Memorias de un Caracol - Reseña

 


Cuando la fragilidad de la infancia se quiebra, los muros invisibles suelen aparecer. Podría resumir Memorias de un Caracol en esta frase, y es que la visión del extraordinario Adam Elliot de mostrarnos la transición tan abrupta de la infancia a la madurez es una de sus especialidades, como pudimos verlo en Mary & Max del 2009. Ahora, con Memorias de un Caracol, Elliot nos cuenta un drama tan emotivo y divertido como solo él podría hacerlo.

La historia inicia con el fallecimiento de Pinky (desde aquí, la historia ya inicia bastante fuerte), una anciana y única amiga de Grace. Grace Pudel es una mujer que comienza a rememorar su infancia, y cómo es que ésta se fue desenvolviendo hasta el punto en donde está ahora. Su infancia era un poco distinta a las de cualquier niño, pero no por ello Grace no la consideraba especial; pero cuando el fallecimiento de su padre y la separación de su hermano Gilbert se hacen presentes, Grace comienza a obsesionarse con su única afición: los caracoles. Esto le lleva a tener problemas para relacionarse con sus padres adoptivos, sus compañeros de escuela y con cualquier persona en general, hasta que un día conoce a Pinky, una anciana que cambiaría su vida solitaria y le daría un giro inesperado.

Si bien, ya estaba familiarizado con la obra de Adam Elliot, me parece que Memorias de un Caracol se convertirá en su magnum opus. Y no es para menos, pues dejando un lado los premios que ya posee y las nominaciones (hasta el momento de escribir esta reseña) al Oscar como Mejor película animada, la película es honesta desde un principio y hace uso de todas sus herramientas para contar una bella historia con un absurdo y espectacular humor negro.

En México la película tuvo su estreno en la Cineteca Nacional, donde la distribuidora Cine Caníbal otorgó a todos sus asistentes un sobre de Kleenex antes de iniciar la función (algo bastante acertado, honestamente), pues ya anticipaban el mar de emociones que la película logra producir en la audiencia. Memorias de un Caracol es muchas cosas: nos narra la ruptura de la inocencia infantil, el paso hacía la madurez y los tropiezos que cometemos en ella, de las paredes invisibles que levantamos y el hoyo que cavamos al hundirnos, nos habla sobre el amor, el desamor y sobre vivir.

El mensaje de la película es increíble, porque nos muestra que está bien pedir ayuda, pero también que nosotros somos los responsables de la vida que tenemos y nos invita a hacer conciencia para llegar a donde queremos. El trabajo de doblaje realizado por Cassandra Ciangherotti, Magda Giner, Emilio Treviño y Javier Ibarreche es fantástico, logrando igualar el trabajo de los actores originales, recordándonos la importancia que tienen las producciones con doblaje de poder alcanzar aquel público con limitaciones visuales y hacerles llegar el mensaje que la cinta quiere contar.

Animada bellamente en stop-motion para un público adulto, Adam Elliot logra tocar fibras muy sensibles en los espectadores al contar una historia que no solo es emotiva, sino que nos deja un claro mensaje al final de la película. Honestamente, pocas producciones me han provocado lo que Memorias de un Caracol hizo, y eso es simplemente mágico.

¡Ya puedes ver Memorias de un Caracol en todos los cines!


 


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